Revista Reflexiones

Con paisajes excepcionales, playas para todos los bolsillos y una fusión de antiguas tradiciones y arquitectura moderna, Catar cautivará a los fanáticos de todo el mundo. Allí mismo o a la distancia, bien vale aprovechar el tiempo entre competencias para descubrirlo.

Solo trece mundiales se jugaron desde que Catar declaró su independencia, en 1971. Para entonces, el fútbol moderno y las competencias internacionales ya habían cumplido cerca de un siglo. La historia de este país –el primero de Medio Oriente en ser anfitrión de la Copa– empezó, por supuesto, en tiempos remotos, unos cinco mil años antes de Cristo. En esa época, el clima era mucho más húmedo que el actual, había fuentes de agua en el continente y se cultivaban cereales.

Muy distinto es el paisaje que recibirá a quienes sobrevuelen Catar rumbo al Aeropuerto Internacional de Hamad, calificado en 2021 y 2022 como el mejor del mundo. Hoy apenas llueve unos diez días al año, la mayor parte de esta península es desértica, solo el 5% de su superficie se destina a la agricultura y no hay lagos naturales ni otros cursos de agua dulce, por lo que el agua para beber se obtiene en plantas desalinizadoras. Sin embargo, en este país se ubica una de las maravillas más raras del planeta, Khor Al Adaid, donde el desierto se fusiona con el mar.

La temporada de playa comienza, justamente, en noviembre, mes de transición entre la estación calurosa y la fresca. Ya se podrá jugar y ver partidos al aire libre, ¡pero también pisar la arena! Catar tiene 563 kilómetros de costa marítima y solo 60 kilómetros de frontera terrestre con Arabia Saudita. En Doha, la ciudad capital, se accede a playas públicas o privadas. Además de nadar o descansar al sol, hay sitios para acampar y hasta hacer asados. En distintos puntos, se practican deportes acuáticos e, incluso, extremos, como en las dunas de Khor Al Adaid, hacia el sur de la península. Para quienes prefieren lujo y confort, es imperdible el Banana Island Resort, a media hora en barco desde Doha y con opciones de estadía desde 300 dólares.

La laguna artificial Karaana, a 60 kilómetros al sudeste de la capital, es el sitio recomendado para los amantes de las aves y otras formas de vida silvestre, que es bastante escasa en este país. Las principales plantaciones son de dátiles y, como crecen pocos cultivos, la mayoría de los alimentos se importan. El plato nacional es el machboos: una bandeja comunitaria de cordero o pollo y vegetales sobre arroz cocido con especias. Al terminar, los postres árabes típicos son kunafa (queso dulce fundido y cubierto con pistachos), lugimat (masa frita con miel) y khabees (crumble de dátiles embebidos en agua de rosa, manteca, azúcar, azafrán y cardamomo).

El gahwa (café) es un símbolo de hospitalidad que se invita en casas y hoteles, aunque es tradición tomarlo en los majlises, sitios exclusivos para varones. Se utilizan granos tostados, y se lo sirve negro con azúcar. Otra infusión típica es el karak chai, que se prepara con té negro fuerte, leche evaporada y especias. Es tan popular que se la puede probar en cualquiera de los 27 locales de Mc Donald’s en esta la península.

Cultura urbana con estilos tradicionales

Catar es uno de los países más urbanizados del mundo: el 99 % de la población vive en ciudades, y el 90 %, en el área metroplitana de Doha. Los estadios de la Copa también están concentrados en torno a la capital. A 35 kilómetros al norte, el primer partido se jugará en el estadio Al Bayt, en la ciudad de Al Khor. Famosa por las perlas y la pesca, atraía hacia la costa a quienes vivían en el desierto. Se la eligió, entonces, como sede por su capacidad de acercar culturas, y el diseño del estadio está inspirado en las carpas tradicionales de los pueblos nómades. La estructura que adopta esa forma rodea un estadio ultramoderno con capacidad para 60.000 personas. La sostenibilidad ha sido un pilar de la construcción, y está previsto donar luego parte de la infraestructura a países que la necesiten como apoyo al deporte.

A pesar de que los campos de juego están próximos y perfectamente interconectados por el transporte público, se espera mucho movimiento durante la Copa, y convendrá planificar los recorridos con tiempo. El metro de Doha es en sí mismo una atracción turística.

Sin conductor, totalmente automatizado y de última generación, alcanza los 100 kilómetros por hora, y su recorrido es casi por completo subterráneo. Se lo inauguró en 2019, pero la red actual, con tres líneas, opera desde 2020. Durante su construcción, logró el récord Guinness por la cantidad de tuneladoras en uso simultáneo.

El metro, como es de esperarse, conecta la mayoría de las atracciones turísticas, como el paseo costero (Corniche), el Museo Nacional de Catar, el Centro Cultural Katara y los centros comerciales. El Museo de Arte Islámico en Doha también está inspirado en el mundo musulmán. Ya jubilado, el nonagenario arquitecto I. M. Pei, que diseñó la pirámide de vidrio en el Museo del Louvre (París), viajó durante seis meses por la región para generar ideas. Un reconocido colega suyo, Jean Nouvel, diseñó, con reminiscencias de los cristales de la rosa del desierto, el Museo Nacional de Catar, inaugurado en 2019. Otra obra suya es la torre Doha, de forma cilíndrica y patrones islámicos en el exterior. Muy por el contrario, la Biblioteca Nacional de Catar se parece a… ¡una nave espacial!

En Doha hay varios circuitos para pasear, correr o andar en bici. Entre los tantos récords mundiales de Catar, está la Pista Olímpica de Ciclismo, de 33 kilómetros. Tiene 7 metros de ancho, 5 puentes y 29 túneles o pasos subterráneos para pedalear de forma continua. Pensada para competencias internacionales, con esta obra también se buscó fomentar un estilo de vida más saludable y activo.

Quizá sorprenda que en Catar aún se practique la cetrería y se hagan competencias de caza con halcones. Los beduinos introdujeron este deporte milenario en la región, y hoy hay cerca de tres mil dueños de aves. Por su belleza, pueden ganar entre 300.000 y 500.000 riales cataríes (de 82.000 a 137.000 dólares) durante el festival anual. El halcón más rápido para cazar una paloma se lleva unos cien mil riales. Otra industria millonaria es la de las superpopulares carreras de camellos, en la pista de Al Shahaniya. En 2004 se prohibió que los jinetes fueran niños, por lo que ahora se usan robots. Para quienes quieran aprovechar y presenciarlas, la temporada va de octubre a febrero.