Revista Reflexiones

Aperturas temporales, nuevas olas y restricciones intermitentes pueden favorecer o reforzar emociones negativas. Expertos comparten su mirada sobre cómo afrontarlas y aprovechar la experiencia de 2020.

Así como nadie vaticinó en 2019 que un virus iba a cambiar el mundo tal cual lo conocíamos, tampoco se puede prever aún el final de la pandemia ni sus consecuencias a largo plazo en la salud mental. El cansancio, el desánimo, la frustración, el enojo, pero también la transgresión y las posturas extremas, entre ellas, el pánico y la negación, surgen, reaparecen o se intensifican en contextos de aperturas temporales, nuevas olas y restricciones intermitentes. ¿Qué puede hacerse para afrontar con el mayor equilibrio posible el segundo año de la COVID-19? ¿Qué aprendizajes dejó 2020?

Para el psiquiatra Juan Manuel Sialle, la pandemia evidenció “la desmesura, experiencia personal y colectiva que sale de los estándares de la armonía y que no tiene perspectiva”. Se la puede percibir a diario desde lo discursivo, según el experto. Por un lado, menciona “la desmesura no del cuidado, sino de la custodia, con el planteo de que se viene lo peor y debemos recluirnos del monstruo”; por otro, “la desmesura de la transgresión, con un discurso y una conducta de la negación total, del ‘aquí no pasa nada, de que estos son todos cuentos’”.

Al tomar como premisa que “la desmesura es una experiencia irracional que no admite posibilidad de acotarla con la razón, sino que se instala y hay que esperar que se tranquilicen esas aguas”, Sialle sugiere buscar espacios de desmesura más saludables. “En la medida de lo posible tenemos que canalizarla bien y no vivir por ella”, indicó el experto, que es también docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario y exdirector de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros, en Santa Fe.

Desde la perspectiva de la terapia cognitiva-conductual, Gabriela Martínez Castro, directora del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad, en Buenos Aires, sugiere “tratar de vivir el día a día, focalizar la atención en el momento presente y tomar contacto con las cosas que hacemos mientras las hacemos a través de los cinco sentidos: vista, oído, gusto, tacto, olfato”. Además, señala que es importante “no anticiparse a los hechos; establecer dentro de lo posible una rutina que contenga las obligaciones laborales, académicas, domésticas de la familia y repartir de forma equitativa los roles, ya que de esta manera todo fluye más rápido”. También aconseja seguir contactados aun durante aislamiento físico porque esto no implica la falta de contacto emocional y social. Sobre las reaperturas, enfatiza: “Con protocolos, es fundamental contactarnos con nuestros seres queridos porque el afecto es una de las necesidades básicas humanas”.

Josefina Saiz de Finzi, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, añade: “La imaginación y creatividad de cada persona ayuda a idear salidas con la posibilidad de mantener los cuidados necesarios”. De hecho, sugiere ver la virtualidad como oportunidad para conocer otras formas de vincularse sin caer en la desesperanza y, si es necesario, acudir a la consulta psicológica. Basada en su experiencia como terapeuta de bebés y padres, les recomienda a los adultos “comprender la aflicción y el dolor de los chicos, saber que es imposible no sentirlos preocupados y angustiados”. Por ello, sugirió “darles el lugar de ser protagonistas muy sensibles del miedo a perder lo que más quieren, su libertad, el intercambio, estar con sus amigos, jugar sin peligrar la vida, porque ellos perciben la muerte en los encierros; por ello consuelo y disponibilidad para la escucha es un factor de protección ante esas amenazas”.

Capitalizar lo aprendido para avanzar

Sin duda, el año 2020 fue atípico y dejó rastros. La gran pregunta ahora es si las personas y sus comunidades podrán beneficiarse de lo vivido o si pesará más el agotamiento. “Creo que aprendimos mucho. Y seguimos aprendiendo que los afectos y los lazos sociales son mucho más importantes que los bienes materiales, los títulos profesionales, las carreras y todo aquello que podamos alcanzar”, indica Martínez Castro. Asimismo, resalta que “otra cosa que se está rescatando es la vida en la naturaleza, aspirar a una existencia más tranquila y con menos bullicio, porque aún queda superar una etapa muy difícil”.

Para Saiz de Finzi, “se aprende de la experiencia de estar vivos y continuar con esperanza un nuevo año habiendo enfrentado cada uno a su manera lo incierto”. Además, propone pensar en la relación entre experiencia y cansancio en lugar de verlos como polos opuestos. “Son dos estados necesarios, su interrelación lleva a reconocer mejor el cansancio, provocado por las emociones de angustia o desesperanza, al mismo tiempo que da la fortaleza para transitar la experiencia, salir adelante y valorar la alegría”, enfatizó.

“Las palabras siempre fueron el camino de los hombres para tramitar las angustias —añade Sialle—. Si se pierden, corremos peligro porque lo que no se habla se actúa”. Según su opinión, la merma del vocabulario es muy seria, y la pandemia la ha agudizado porque, si hay algo que permite la generación de palabras, es la interacción con el otro. Por lo tanto, recomienda reforzar el lenguaje para ser menos vulnerables a las pasiones. “Solo el lenguaje te ayuda a comprender el mundo en el que vivimos y te da perspectiva, si no, hay puro presente”, puntualiza.

Para los próximos años, espera que se vuelvan a generar las condiciones para amar y trabajar, las dos principales premisas de la salud mental, según Sigmund Freud. Ya estaban debilitadas antes de la pandemia, y el coronavirus las jaqueó aún más. “A lo largo de la historia, después de una pandemia, siempre ha habido cambios; ojalá que lo que venga después de esta peste mejore la calidad de vida de los que hemos podido quedarnos”, concluye Sialle.