Revista Reflexiones

Con su música, su empatía y su generosidad, Charles Aznavour supo ganarse el cariño del público internacional sin olvidar sus raíces armenias. Su filosofía de vida nos invita a dar lo mejor de nosotros por nosotros y por los demás.

Charles Aznavour solía decir que solo cosechamos los sentimientos que sembramos. Y se llevó con él el cariño y el reconocimiento del mundo entero. “Robó los corazones de millones con una voz particular que lograba evocar las aspiraciones y temores de personas tímidas, vulnerables y perplejas como él”, sintetizó tras su muerte la agencia Reuters. Su carrera duró más de ocho décadas, aunque, en sus comienzos, le aseguraban que no poseía ni la voz ni la apariencia que se necesitan para triunfar sobre el escenario.

Hijo de armenios que huyeron del genocidio en 1915, tenía, como muchos de los que conformamos la gran diáspora, un fuerte apego por la tierra de sus padres. Aunque nació en París, nunca olvidó sus orígenes, que reflejó en 1975 al escribir una canción en memoria de aquella tragedia. Además, luego del terremoto que azotó a Armenia en 1988, compuso “Pour toi Armenie”, grabada con otros músicos, entre ellos, Jairo. “El éxito comercial fue enorme, y [Aznavour] destinó lo recaudado a ayuda humanitaria. Conservo una placa en la que escribió de puño y letra: ‘Jairo, gracias en nombre de los huérfanos de Armenia’”, recordó el cantante. En 2009, Armenia nombró a Aznavour embajador en Suiza, donde vivió algunos años. También fue designado embajador de la Unesco y delegado permanente de Armenia en 1995.

Como otros tantos personajes de la historia, Aznavour nos deja un legado que trasciende su producción artística. Nos inspira a confiar en quienes somos y en nuestro potencial, a superarnos y a dar lo mejor de nosotros por nosotros y por los demás. Estas palabras son, entonces, el homenaje a un grande, pero también una invitación a reflexionar sobre qué podemos sembrar en 2019.

Tratemos de amar y de amarnos. Intentemos escuchar y ser escuchados. Pidamos que el nuevo año nos brinde salud y que sea muy bueno. Y sigamos trabajando con pasión en temas de educación y bienestar físico y psicoemocional. Sin importar el festejo, ya sea en Navidad, en cumpleaños o en otras celebraciones religiosas o sociales, además de los obsequios que podamos dar o recibir, no dejemos de intercambiar los regalos más valiosos:

• Perdona y perdónate.
• Alienta y sonríe a tus hijos.
• Termina los proyectos.
• Permítete equivocarte.
• Aprende algo que siempre deseaste.
• Piensa en lo que tienes y disfrútalo.
• Diles a las personas amadas cuánto las quieres.