Por distintos motivos, 4 de cada 10 argentinas mayores de 40 años no se realizan una mamografía anual, según la Encuesta Nacional de Opinión Pública de Fundación Avon y Voices! sobre el cáncer de mama. Y 2 de cada 10 nunca se han hecho una, a pesar de que este estudio permite detectar lesiones malignas cuando todavía no pueden palparse. Si esto sucede, las posibilidades de curación de tumores de menos de un centímetro llegan al 90 %. Por eso, la última campaña del Movimiento Ayuda Cáncer de Mama (MACMA) pregunta sin pruritos: “Chequeás Facebook 3000 veces por año, ¿pero te chequeaste las tetas alguna vez?”.
“La mujer tiene que calendarizar sus controles y tiene que conocer el propio cuerpo para consultar cuando note alguna irregularidad o signo diferente en sus mamas, no solo un bulto. Si no te conocés, no te vas a dar cuenta de esos cambios”, enfatiza Flavia Sarquis, especialista en Mastología y en Imágenes Mamarias, y coordinadora del Servicio de Diagnóstico e Intervencionismo Mamario de Diagnóstico Maipú. Y agrega: “La detección precoz del cáncer de mama debe ser una prioridad los 365 días del año, no solo en octubre, cuando hay más campañas”.
Detectar el cáncer de mama en sus primeras etapas es la principal estrategia contra la enfermedad porque esta no puede evitarse. El motivo es que se la considera multifactorial. “Esto significa que no puede explicarse por un único factor, sino que depende de la coexistencia de varios, como hormonales, ambientales y genéticos”, amplía Jorge Piccolini, médico mastólogo y miembro de la Subcomisión de Relaciones Comunitarias y ONG de la Sociedad Argentina de Mastología.
Sobre algunos factores no es posible intervenir. El riesgo de cáncer de mama es mayor para las mujeres y aumenta con la edad: más del 70 % de los casos se dan a partir de los 50 años, pero las más jóvenes también pueden presentarlo. Además, los varones representan el 1 % de los casos porque, como explica Sarquis, tienen resabios de glándula mamaria; por eso, es importante que también estén atentos y que consulten con su médico clínico ante cualquier anomalía. Otros factores no modificables son los antecedentes personales de cáncer de mama o de otro tipo, o de enfermedad preneoplásica de mama; los antecedentes familiares de cáncer de mama; la edad avanzada al momento del primer parto, o no haber tenido hijos.
En cambio, sí es posible adquirir hábitos más saludables para disminuir otros factores de riesgo: el sobrepeso o la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol. “La mayoría de las publicaciones científicas recomiendan una alimentación balanceada, rica en verduras y frutas, baja en carnes rojas y grasas”, detalla Piccolini. Sarquis aclara que se recomienda reducir el consumo de leche y lácteos, sobre todo, enteros por su contenido graso, ya que las grasas acumuladas en el cuerpo se vinculan con la producción de hormonas que favorecen el cáncer de mama.
A muchas personas les preocupa también la posible conexión entre esta enfermedad y el estrés. Ambos especialistas coinciden en que no hay evidencia científica concluyente que pruebe una relación directa de causa y efecto. Como advierte Sarquis, una persona estresada tiene más tendencia a comer o fumar más. También a consumir más alcohol, que promueve la acumulación de grasas. Piccolini reitera: “Dijimos previamente que el cáncer de mama es multifactorial, y se tienen que combinar factores conocidos y otros aún desconocidos para la ciencia”.
El Instituto Nacional del Cáncer informa que cerca de 7 de cada 10 casos de cáncer de mama son esporádicos, es decir, ocurren en mujeres sin antecedentes familiares ni riesgo aumentado de enfermarse. Sin embargo, del 5 al 10 % de los casos es producido por mutaciones heredadas de generación en generación. Las que afectan los genes BRCA1 y BRCA2 incrementan el riesgo, en especial, en personas jóvenes. “Estos genes se transmiten tanto por la rama paterna como por la materna, así que ambas son importantes”, confirma Piccolini.
Para evaluar los antecedentes familiares, el especialista jerarquiza otros elementos: “Por un lado, se considera el grado de parentesco y el número de familiares afectados. Cuanto más cercano es el parentesco y mayor el número de afectados, mayor es el riesgo. Por otro lado, se tiene en cuenta la edad al momento del diagnóstico, ya que es más importante cuando se produce temprano, sobre todo, antes de los 35-40 años. Por último, se evalúa la presencia de otros cánceres genéticamente relacionados, como el de ovario”.
El especialista también aclara: “Que una persona tenga factores de riesgo no necesariamente la condena a padecer cáncer de mama, así como la ausencia de ellos no la protege. De hecho, muchas mujeres con este cáncer no presentan factores de riesgo importantes. Durante la consulta con el mastólogo, una de las tareas importantes es valorar estos factores de manera de poder corregir aquellos corregibles y de ajustar la periodicidad de los controles y de los estudios en aquellas mujeres que, por sus antecedentes, se consideran de ‘alto riesgo’, con más probabilidades de enfermar”.
“La mamografía es el estudio fundamental que ha demostrado disminuir la mortalidad por cáncer de mama”, destaca Piccolini, que es también director médico del Centro Mamario del SUR, en Bahía Blanca. Básicamente, se trata de una radiografía de las mamas, y se utiliza un aparato de rayos X adaptado para ello. Se coloca la mama entre dos platillos y se la comprime durante unos segundos mientras se toma una fotografía. Luego se rota la posición de los platillos y se repite el proceso comprimiendo en otro sentido. En total, hay que tomar dos fotos de cada mama, por lo que se efectúan cuatro compresiones. Finalizado el procedimiento, un especialista observa las placas en busca de signos sutiles que alerten sobre la posibilidad de anomalías. “Estas no siempre corresponden a un cáncer, sino que pueden relacionarse con enfermedades benignas e, incluso, con variaciones en la distribución del tejido mamario normal”, precisa el experto.
Que duela y exponerse a la radiación son dos miedos habituales de las pacientes. Sarquis los disipa: “Puede doler poco o molestar; pero, en centros especializados, con técnicas especializadas y equipos de buena calidad, es tolerable e implica que, tal vez, pueda salvar mi vida si la enfermedad se detecta en estadios precoces gracias al avance tecnológico. Además, algunos centros tienen equipos en los que la paciente puede manejar la compresión. Si el equipo es adecuado, la radiación es mucho menor de la que la persona recibe en el medioambiente. El mito de que se puede contraer cáncer de tiroides por hacerse mamografías, que circuló mucho por Internet, está absolutamente desterrado. Las guías de las sociedades de radiología son muy claras al respecto”.
En línea con la Sociedad Argentina de Mastología, ambos especialistas recomiendan, como criterio general, hacerse una mamografía anual a partir de los 40 años. Piccolini comparte cómo aborda este tema con sus pacientes: “Les explico algunas cuestiones para decidir juntos si desean comenzar más tarde o si existe algún beneficio en que sea a menor edad. A las pacientes de ‘alto riesgo’ se les suele ofrecer iniciar antes sus controles y, en algunas situaciones, se agregan otros métodos diagnósticos específicos, como la ecografía o la resonancia”.
La ecografía también se indica a personas jóvenes porque la densidad mamaria es alta y puede dificultar la detección de lesiones solo con la mamografía, y a quienes tienen prótesis mamarias para mejorar la visualización. También se solicita cuando, en el estudio mamográfico, se detectan nódulos, a fin de caracterizarlos mejor y de poder definir el siguiente paso.
Gracias a la mamografía, hoy se detectan lesiones dos años antes de que sean palpables. Sin embargo, el examen físico sigue siendo parte de la consulta médica, y Piccolini y Sarquis coinciden en la importancia de que cada persona conozca la apariencia natural de las mamas; de que aproveche ciertos momentos, como al ducharse o cambiarse, para palparlas y sentirlas, junto con las axilas; y de que informe con rapidez a un especialista si hay algún cambio o rasgo anormal (véase la infografía). “La mayoría de las veces, no se debe a cáncer”, puntualiza Piccolini.
Finalmente, el especialista recuerda que la mamografía “no es perfecta”, como no lo es ningún estudio médico. “Hay una posibilidad baja pero real de que aparezcan anomalías que requieran estudios adicionales e, incluso, biopsias sin que se termine encontrando una enfermedad. Esto puede generar ansiedad, y las mujeres deberían saberlo antes de iniciar sus estudios para tomar una decisión informada. Cabe aclarar que, a medida que la ciencia avanza y se perfeccionan los equipos, el número de ‘falsas alertas’ es cada vez menor”, concluye.
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