“Cada libro es una invitación”, nos recuerda Eduardo Levy Yeyati, compilador de 100 políticas para la Argentina del 2030. Y puntualiza que este, en particular, “invita a la construcción colectiva de una visión de país”. Ese desafío nos propusieron a un grupo de referentes de diversos campos del quehacer y desarrollo humanos. Pensando en las próximas décadas, consideramos fundamental enfocar mi aporte en los avances en cibersalud y telemedicina, y destacar su potencial.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el término “cibersalud” –también conocido como “eSalud” o, en inglés, eHealth– como “el apoyo que la utilización costoeficaz y segura de las tecnologías de la información y las comunicaciones ofrece a la salud y a los ámbitos relacionados con ella, con inclusión de los servicios de atención de salud, la vigilancia y la documentación sanitarias, así como la educación, los conocimientos y las investigaciones en materia de salud”. Brinda, además, la ventaja de facilitar el acceso de los pacientes a la salud, en especial, de quienes viven en zonas rurales o carenciadas, o están aislados por otra causa. También les permite a los profesionales sanitarios hacer interconsultas con especialistas calificados. En íntima relación, emerge el uso en salud de los dispositivos móviles.
Para darnos una idea, solo en los EE. UU., 6 de cada 10 adultos tenía un teléfono inteligente en 2013, cifra que, seguramente, seguirá en aumento. Los avances en estas tecnologías y en la conectividad ya han transformado casi todos los aspectos de nuestras vidas: comunicación, entretenimiento, educación, compras, viajes. También están introduciéndose en el ámbito de la salud y están sentando las bases para transformar la práctica y el alcance de la atención médica y de la investigación. Mediante dispositivos cada vez más pequeños y potentes, crecen las oportunidades de diagnosticar enfermedades agudas y tratar afecciones crónicas fuera del consultorio médico, de un hospital o de un centro privado, ya que podemos monitorizar, registrar y transmitir métricas de salud de modo continuo y en tiempo real.
Luego de haber investigado el tema, de haber tomado contacto con el experto británico Robert Istepanian a raíz del Congreso Mundial de Profesionales de la Salud Armenios (#12AMWC) que organizamos en la Argentina y de haber leído los trabajos de otro especialista, el médico estadounidense Eric Topol, nos resultó evidente que, hacia 2030, se profundizará este nuevo campo de desarrollo en materia de salud. Es clave, entonces, que la Argentina lo contemple dentro de sus políticas a mediano plazo.
Nuestro país ya cuenta con el Plan Nacional de Cibersalud y, en ese marco, consideramos importante incorporar estrategias que aporten mayor crecimiento, impulso y desarrollo, así como conformar grupos de trabajo que analicen distintas áreas de prevención y tratamiento adecuado de enfermedades. Resulta fundamental patrocinar esta modalidad no solo a nivel público, sino también en obras sociales, prepagas, el PAMI y otras entidades especiales, y el sector privado. Además, es necesario capacitar sobre el tema a los profesionales de la salud y a la comunidad, trabajar para garantizar la seguridad de la información y ampliar la red de segunda opinión existente para incluir al sector privado y a otros integrantes del sistema sanitario, como enfermeros y farmacéuticos. A su vez, la consulta con expertos como Istepanian facilitaría la tarea de ampliar los conocimientos sobre las tecnologías digitales innovadoras y así poder reformular el futuro de la medicina.
Por eso, nuestro objetivo es fomentar estos avances en la Argentina y en la región, siempre bajo los lineamientos de la Estrategia y Plan de Acción sobre eSalud (2012-2017), de la OMS, que busca mejorar el acceso a los servicios de salud y su calidad por medio del uso de tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC), de la alfabetización digital, del acceso a información basada en pruebas científicas y de la formación continua. Este documento subraya que, para avanzar hacia sociedades más informadas, equitativas, competitivas y democráticas, el acceso a la información sobre salud es un derecho fundamental de las personas.
Para complementar el trabajo que se realiza en la Argentina y contribuir al desarrollo sostenible del sistema sanitario, también será importante considerar modelos que se llevan a cabo en distintos países. Una reciente publicación en la revista New England Journal of Medicine señala que, en 1999, una de las primeras aplicaciones de telemedicina fue Telestroke, diseñada para colaborar en el tratamiento a distancia de pacientes con ACV. Tuvo tanto éxito que hoy el principal proveedor de servicios para estos pacientes no es un centro médico, sino una empresa de telemedicina. También demostró gran potencial para tratar a pacientes con enfermedades crónicas, como la diabetes o los trastornos cognitivos en adultos mayores.
Se prevé que la telemedicina seguirá creciendo durante las próximas décadas: la Clínica Mayo predice que, para 2020, atenderá a 200 millones de pacientes: muchos de ellos estarán fuera de los EE. UU., y la mayoría recibirá atención remota. Se estima, asimismo, que, hacia 2020, el 90 % de la población mundial contará con un smartphone, y esto permitirá que un mayor número de personas reciba una mejor atención médica.
Para ayudar a comprender el impacto que las nuevas tecnologías han tenido y tendrán, quisiera compartir nuestra experiencia en la Argentina con el Centro de Consulta y Educación Médica a Distancia (CEDECEM), que implementamos desde FUNCEI, fundación que presido en Buenos Aires. Entre 2001 y 2011, este programa de telemedicina brindó de manera gratuita capacitación en temas de infectología para profesionales de la salud de todas las disciplinas médicas y la posibilidad de realizar interconsultas con especialistas para obtener una segunda opinión. CEDECEM benefició de forma directa a médicos generalistas, clínicos, internistas, de familia, pediatras, neonatólogos, microbiólogos, terapistas, obstetras, ginecólogos, traumatólogos, neumonólogos, cardiólogos, gerontólogos, dermatólogos, así como a bioquímicos, enfermeros, técnicos, farmacéuticos y otros miembros del equipo de salud.
Respaldado por una organización tecnicoadministrativa, el programa estableció una red con 63 hospitales públicos del país y alcanzó a más de quince mil profesionales de la salud, que participaron en cursos de capacitación de dos años con soporte en Internet e intervenciones presenciales. Además, los especialistas de CEDECEM respondieron unas trece mil consultas en línea mediante un sistema seguro y con un tiempo promedio de respuesta de 36 horas. Todo esto llevó a la disminución de las infecciones y a un gran ahorro en derivación y traslado de pacientes a centros especializados, hospitalizaciones y costos de tratamientos.
Así, los resultados del CEDECEM se suman a los de otras iniciativas y avalan nuestra propuesta de conformar grupos de trabajo multidisciplinarios, públicos y privados. Pensamos que estos deben funcionar con el liderazgo de expertos, como Istepanian, e incluir a especialistas y referentes de las distintas áreas de conocimiento relacionadas: medicina, farmacia, TIC, administración, marketing, acción social, educación, comunicación y legislación. Nos proponemos avanzar, entonces, por el mismo camino de construcción con pluralidad de voces que 100 políticas para la Argentina del 2030, cuyas ideas, en palabras de Levy Yeyati, “no son un fin, sino el comienzo de un diálogo fructífero de una sociedad dueña de su destino”.
Las ideas en 100 políticas para la Argentina del 2030 están “unidas por cuatro hilos simbólicos que insinúan una trama”. A continuación, una breve síntesis.
Desarrollo institucional. Para integrar nuestros talentos individuales en un proyecto compartido de prosperidad y equidad, sentar bases sólidas para el futuro más allá de gobiernos o coyunturas, y recuperar la enseñanza de nuestra historia institucional para que las próximas generaciones “hagan su propia historia y construyan el futuro con serio y efectivo conocimiento del pasado”.
Búsqueda de la verdad y respeto por ella. Para fomentar una cultura de la curiosidad, una actitud científica hacia el análisis y la resolución de los problemas nacionales, una sociedad que se apoye en las ciencias, leyes y políticas públicas basadas en la evidencia, estadísticas rigurosas y públicas.
Responsabilidad social. Para dar cuenta de las asignaturas pendientes y comprometerse con una sociedad justa e inclusiva: abordar la tragedia educativa, la inequidad laboral, el destrato a la infancia y la adolescencia, el descalabro de un sistema de salud que despilfarra en los ricos y no garantiza lo básico a los pobres, la naturalización del trabajo doméstico femenino no remunerado.
Atención al detalle. Un cuarto eje, más sutil e inesperado, va un poco a contramano del imaginario argentino, temerario, impresionista e inconstante. Contra este prejuicio, el libro incluye los ensayos “El ministerio de los detalles” y “Navegar el Estado sin zozobrar en el intento”.
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