Porque las regiones lumbar y cervical de la columna vertebral no están fijadas por estructuras óseas, como las costillas o la pelvis, tienen movilidad y, por ende, son sitios donde muy frecuentemente aparece dolor. Según un artículo publicado en 2013 en la Revista de la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología, la lumbalgia o dolor de cintura es la primera causa de pérdida de días laborales en trabajadores menores de 55 años y la segunda causa de ausentismo, solo después del resfrío común. También señala que una de cada dos personas laboralmente activas sufre un episodio de lumbalgia al año.
La lumbalgia, de hecho, afecta a casi todos los individuos en algún momento de la vida, aunque la forma en que se presenta difiere de persona a persona. Se extiende desde la zona por debajo de las costillas hasta los glúteos y puede llegar, incluso, hasta los pies. Aparece de forma repentina o progresiva, y, a su vez, puede ser intermitente o constante, y de leve a intensa. Se clasifica en aguda si dura menos de tres meses o crónica si persiste por más tiempo.
Existen muchas causas de lumbalgia. Algunas veces, ocurre al inclinarse o después de realizar un movimiento específico, como levantar objetos pesados. La actividad excesiva es también una causa muy común de este problema. Todos estamos familiarizados con esta “rigidez” y molestia en la cintura y otras áreas del cuerpo. Otras veces tiene que ver con el comienzo de la actividad física sin controles médicos previos y que podrían estar no indicadas, por ejemplo, correr o hacer spinning, que implican el golpeteo y el estiramiento de la columna y de las articulaciones.
Sin embargo, y quizá esto se tenga menos presente, la escasa demanda muscular (por ejemplo, cuando se trabaja muchas horas sentado) y la inactividad física prolongada también favorecen estos dolores. Si los músculos no se mantienen activos, se pierde la forma y se producen problemas en la estructura y en el funcionamiento del cuerpo. En ese estado, el músculo no logra estabilizar las articulaciones y los ligamentos de manera adecuada, lo que puede ocasionar inestabilidad articular y problemas de coordinación, acompañados de dolor, movimientos anómalos y esfuerzo excesivo de las articulaciones.
En general, se trata de contracturas musculares que, aunque suelen desaparecer a los pocos días, resultan incapacitantes y afectan al rendimiento laboral. Pero, en algunas personas, las lumbalgias persisten. Si el dolor no mejora en unas pocas semanas, puede tratarse de un problema de columna más grave. Cuando está acompañado por trastornos en el control de los esfínteres, fiebre, escalofríos, pérdida de sensibilidad o debilidad en las piernas, o problemas para caminar, se debe pensar en un trastorno que compromete el cono medular y comprime las raíces nerviosas. Cuando, además de estos signos de alarma, aparecen fiebre y escalofríos, se debe consultar con urgencia, ya que puede existir una lesión en el disco entre las vértebras o una acumulación de pus, llamada también “absceso epidural” y causada por una infección, entre la médula y la columna. Esto requiere inmediatamente un tratamiento apropiado y drenar la lesión.
La hernia de disco compromete habitualmente el nervio ciático y se presenta con dolor en el glúteo, la rodilla o el tobillo. Esta localización característica se debe al trayecto del nervio al pasar por orificios entre tendones, que constituyen puntos sensibles. De acuerdo con el tipo de lesión y con la duración y la intensidad del dolor, las hernias de disco se pueden tratar con kinesiología para fortalecer los músculos vertebrales o con un bloqueo que consiste en la inyección de drogas anestésicas y antiinflamatorias en la región epidural. Si el dolor no se resuelve con este abordaje, puede ser necesaria una cirugía.
Por su parte, los dolores de cuello o cervicalgias suelen ocurrir como consecuencia de contracturas musculares, de la rectificación de la columna cervical, de traumatismos (como latigazos) o de hernias de disco. Se manifiestan por medio de dolor en el cuello que limita su movilidad, dolor de cabeza que suele ser de tipo tensional (duele como un casco) o dolor de hombro o de brazo con debilidad muscular. Otras veces, se presenta como una molestia en la mano acompañada de una dificultad para cerrarla u hormigueos que pueden aparecer de día o de noche, de modo similar al síndrome del túnel carpiano. Si es así, se debe hacer un diagnóstico adecuado para diferenciar estas afecciones, ya que la última puede mejorar con una cirugía. Al igual que en el dolor lumbar, cuando el dolor de cuello se acompaña de fiebre es importante hacer el diagnóstico en forma precoz porque puede tratarse de un problema grave, como una infección de vértebra o una meningitis.
Las formas agudas del dolor de cintura o cervical se resuelven, por lo general, con analgésicos comunes, como el paracetamol o el ibuprofeno, si no se es alérgico, en bajas dosis. Asimismo, se puede aplicar calor en forma local y realizar reposo durante los primeros días. Sin embargo, otras personas mejoran con el frío. Luego, a medida que el dolor se calma, es recomendable comenzar a moverse, caminar, retomar en forma paulatina las actividades habituales y evitar hacer esfuerzos, como levantar objetos pesados.
La elección del tipo de analgésico depende de los antecedentes de la persona. Cuando tiene problemas renales o hepáticos, no se indica ibuprofeno y se prefiere usar paracetamol. Si el dolor no mejora, se utilizan analgésicos más potentes, como los derivados opiáceos, o combinaciones de antiinflamatorios con relajantes musculares (solo con receta y seguimiento del médico). Otras drogas, como los corticoides o las vitaminas, no resultan efectivas para estos problemas. En el caso de las lumbalgias, tampoco ofrece alivio el uso de un corsé. La derivación más usual suele ser la rehabilitación kinesiológica, que consiste, principalmente, en fisioterapia, terapia manual y ejercicios de fortalecimiento y elongación muscular.
Y si el dolor persiste más de doce semanas, a pesar del tratamiento analgésico y kinésico, o se acompaña de los signos de alarma mencionados, se debe hacer una evaluación más exhaustiva. Por medio de estudios por imágenes, como tomografía computada o resonancia magnética, se busca determinar si hay un problema que deba resolverse de otra manera.
Aunque no se puede evitar el desgaste natural de la columna que ocasiona el paso de los años, podemos actuar para disminuir el impacto de los problemas lumbares. Tener un estilo de vida saludable es un buen comienzo.
Una medida efectiva es combinar ejercicios aeróbicos, como caminar o nadar, con ejercicios específicos para mantener los músculos de la espalda y del abdomen fuertes y flexibles. Por otra parte, se recomienda mantener un peso corporal saludable. Y es importante tener en cuenta que el sobrepeso afecta más a la parte lumbar de la espalda. El humo del cigarrillo también afecta a la columna y hace que envejezca más rápido de lo normal.
Asimismo, es necesario conocer cuáles son las posturas más adecuadas para evitar problemas futuros y cuál es la mejor manera de hacer ciertos movimientos frecuentes. Por ejemplo, hay que asegurarse de hacer fuerza con las piernas, no con la espalda, al levantar objetos pesados y de no inclinarse hacia adelante. Se debe mantener la espalda derecha y doblar las rodillas. Consulte con un fisioterapeuta para aprender cómo pararse, sentarse y levantar objetos en forma segura en función de sus características particulares.
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