Si el páncreas no produce una cantidad suficiente de la hormona insulina, o si la genera, pero las células ya no responden a ella como deberían, se habla de “diabetes”. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2014, afectaba al 9% de la población mundial de 18 o más años. En el país, la Encuesta de Factores de Riesgo de Enfermedades no Transmisibles realizada en 2013 arrojó una cifra similar, 9,8%, para el mismo grupo de jóvenes y adultos. Es decir, casi cuatro millones de argentinos.
“En la actualidad, la diabetes representa una verdadera preocupación”, advierte María Cristina Faingold, presidente de la Sociedad Argentina de Diabetes (SAD). Explica que la incidencia va en aumento y que, en muchos países, cientos de miles de personas viven con la enfermedad sin saberlo y sin recibir tratamiento, con el riesgo de sufrir graves complicaciones en el futuro. “Esto sucede también en la Argentina, y tenemos que trabajar para que nadie llegue tarde al diagnóstico”, enfatiza.
Zulema Stolarza, presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición, coincide: “Con los continuos avances de la ciencia, sabemos que la diabetes se puede tratar y controlar; pero, sobre todo, lo más importante es prevenir las complicaciones”. Como la insulina regula la concentración de azúcar en la sangre, esta se eleva cuando la diabetes no está controlada, una situación que se conoce como hiperglucemia. Si se prolonga, puede afectar con gravedad a muchos órganos y sistemas. Algunas complicaciones son enfermedad coronaria, ACV, ceguera, insuficiencia renal o amputación de miembros inferiores.
La diabetes tipo 1 (DM1) y la tipo 2 (DM2) son las formas más habituales de la enfermedad. La DM1 se caracteriza por una producción muy baja o nula de insulina, que debe, entonces, administrarse a diario. Suele comenzar en la niñez o antes de los 30 años. Por eso, se la llama también “diabetes insulinodependiente, juvenil o de inicio en la infancia”, como indica la OMS. Entre otros síntomas, produce orina excesiva, sed, hambre permanente, pérdida de peso, trastornos de la vista y cansancio. Su origen es multifactorial: se conocen causas autoinmunes, genéticas y virales. No es posible prevenirla con el conocimiento actual.
La DM2 representa el 90% de los casos mundiales. Aparece cuando la producción de insulina es insuficiente o si el cuerpo deja de responder a ella. Recibe también el nombre de diabetes no insulinodependiente (no requiere aplicación de la hormona) o de inicio en la edad adulta. Si bien suele presentarse después de los 40, como advierte el Ministerio de Salud de la Nación, es cada vez más frecuente en la infancia, la adolescencia y la juventud. Y alerta Faingold: “Cada vez vemos más niños con diabetes tipo 2, algo que era infrecuente 20 años atrás. El elevado peso al nacer y la hiperobesidad en los primeros años de vida se traducen en una aparición temprana de diabetes. Cuanto antes aparece la enfermedad, mayor es el tiempo de vida para que se presenten las complicaciones”. Los síntomas pueden ser similares a los de la DM1, pero a menudo menos intensos. Así, la enfermedad puede diagnosticarse solo cuando ya tiene varios años de evolución y han aparecido complicaciones. Pero, a diferencia de la DM1, incorporar hábitos saludables contribuye a prevenirla, a retrasar su aparición y a mejorar el pronóstico de los pacientes.
El sobrepeso, la obesidad, la mala alimentación y la falta de actividad física suelen derivar en DM2. Y, aunque algunos pacientes creen que es consecuencia de haber comido muchos dulces, la relación no es directa. “El consumo de azúcares o dulces favorece el sobrepeso, pero no la diabetes en sí misma”, explica Inés Morend, médica clínica y coordinadora de los Centros Ambulatorios de OSECAC. Según informa la SAD, se calcula que el 80% de las personas con DM2 tienen exceso de peso. Y alerta que, además de ser un factor de riesgo, empeora la evolución; mientras que un descenso de peso moderado, de alrededor del 5%, mejora el control de la glucemia y el pronóstico de la enfermedad.
Asimismo, la SAD señala que la DM2 “tiene una alta posibilidad de ser heredada”: del 40% si uno de los padres tiene la enfermedad y del 80% si ambos padres la han desarrollado. En estos casos, remarca que es muy importante que la persona chequee sus niveles de azúcar en sangre.
“Los valores de glucemia normales son inferiores o iguales a 99. No importa si es 90 o 75 –detalla Morend–. Entre 100 y 125, se la denomina ‘glucemia alterada en ayunas’. Dos glucemias iguales o superiores a 126, en ausencia de medicamentos que suban la glucemia, como los corticoides, es diagnóstico de diabetes. Tener glucemia alterada en ayunas, sobrepeso y antecedentes familiares pueden avisar que el paciente va a hacia una diabetes”.
Otras condiciones que favorecen el desarrollo de DM2 son los antecedentes de enfermedad cardiovascular, la edad (más de 45 años), la hipertensión arterial, los niveles elevados de triglicéridos y bajos de colesterol HDL (cardioprotector) en sangre, pocas horas de sueño nocturno y tabaquismo. En las mujeres, haber tenido poliquistosis ovárica, hijos con más de 4 kilos de peso al nacer o diabetes gestacional (durante el embarazo).
“Los malos hábitos de vida han deteriorado la salud de la gente, y la DM2 viene de la mano tanto de la mala alimentación como del sedentarismo”, recuerda Faingold. Por eso, llama a concentrar esfuerzos activamente para frenar el aumento de peso y aumentar la actividad física.
Para ayudar a prevenir la DM2 y sus complicaciones, o retrasar su aparición, las sociedades científicas recomiendan estas medidas simples relacionadas con el estilo de vida:
Para asegurarles a los niños un crecimiento y desarrollo normal, y prevenir enfermedades nutricionales (por exceso o por déficit), la Sociedad Argentina de Pediatría recomienda favorecer desde los primeros años el consumo de alimentos saludables –verduras, frutas, carnes, lácteos, huevos, cereales y panes– y de agua. En cambio, es importante limitar las golosinas, los postres artificiales elaborados por la industria, las gaseosas, los jugos artificiales y las bebidas azucaradas, que proporcionan calorías “vacías”. Se desaconsejan también los productos de copetín, los enlatados, los embutidos y las sopas deshidratadas, que contienen sal agregada y grasas. Estas meriendas habituales pueden reemplazarse por yogur, ensalada de frutas y frutas frescas, pan integral con queso o cereales.
La Sociedad también aconseja darles a los más pequeños alimentos preparados en casa y enseñarles a comer no solo de forma saludable, sino también con orden, horarios fijos y en familia. Así podrán adquirir y mantener estas conductas durante toda la vida. Y no olvidarse de estimular la actividad física.
“Mientras el paciente con DM2 no requiere insulina, su médico clínico puede hacer el seguimiento sin el auxilio de un diabetólogo”, señala Morend. El médico de cabecera educa, sostiene, vacuna, controla pies (ver recuadro) y medica. Otras consultas necesarias pueden ser con un oftalmólogo, por la retinopatía diabética; con el cardiólogo, y con el nefrólogo si hay daño renal.
Asimismo, la SAN apunta a la alimentación del paciente como otro pilar fundamental del tratamiento de la DM2. Silvina Tasat, licenciada en nutrición presenta estos consejos:
“Los pacientes con DM2 enfrentan algunas dificultades: aceptar la enfermedad, convivir con ella y con quienes no la tienen, cambiar el estilo de vida y respetar las comidas, cumplir las metas de tratamiento (por ejemplo, bajar la hemoglobina glicosilada) o asistir a las consultas médicas”, explica Morend. Pero, en este proceso, cuentan con el apoyo de los profesionales de la salud. “Es importante saber que la presencia de la enfermedad no significa que, irremediablemente, vayan a sufrir complicaciones”, afirma la SAD. La detección oportuna, el tratamiento y la constancia para mantener buenos hábitos marcan la diferencia hacia una mayor calidad de vida.
Se llama así a toda lesión, superficial o profunda, desde el tobillo hacia el extremo de los dedos, que tenga una persona con diabetes. Sus síntomas son calambres, sensación de hormigueo o electricidad, o sensación de caminar sobre algodones. Además, se puede sentir dolor al caminar (en general, en las pantorrillas), presentar dolor con sensación de quemazón o, incluso, no experimentar dolor ante estímulos que suelen generarlo. Sin embargo, la mayoría de las veces, el paciente no siente nada. Para evitar estas complicaciones, se recomienda lo siguiente:
Ante cualquier mínima lesión, es conveniente lavar con agua o solución fisiológica, vendar y consultar al médico rápidamente.
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