Al llegar a la adultez, cerca de 8 de cada 10 personas habrán tenido mononucleosis, una infección frecuente causada por el virus Epstein-Barr (EBV, por sus siglas en inglés). Sin embargo, la mayoría de ellas no sabrá que la tuvo. Esto se debe a que, si se la adquiere durante la infancia, pasa inadvertida. Pero en la adolescencia –entre los 10 y los 20 años–, los casos sintomáticos son más habituales. Así, la enfermedad es característica de esta etapa de la vida.
De acuerdo con un artículo publicado en el sitio Intramed, hasta el 70% de los casos de infección por el EBV adquirida en la adolescencia o en la adultez resulta en mononucleosis infecciosa. «Cuando tiene manifestaciones clínicas, la mononucleosis suele presentarse como un cuadro febril con dolor de garganta, pérdida de apetito, dolores musculares, inflamación de ganglios y mucho cansancio», señala Rocío Tempelsman, médica infectóloga de STAMBOULIAN. Ocasionalmente, también puede causar un aumento del tamaño del bazo. En la mayoría de los casos, se cura sin complicaciones.
Popularmente, se conoce la mononucleosis como la «enfermedad del beso» porque su principal vía de transmisión es de persona a persona por contacto íntimo con la saliva del paciente. El contagio por contacto indirecto, al compartir objetos contaminados, es menos común. Otras formas de diseminación pueden ser las transfusiones de sangre o los trasplantes.
El período de incubación es prolongado –entre 30 y 50 días–, y la enfermedad dura de dos a tres semanas. Los infectados pueden contagiar el EBV durante todo este tiempo e, incluso, hasta varios meses después de curarse. El virus puede reactivarse en etapas posteriores de la vida sin producir síntomas, aunque sí es posible su transmisión intermitente a otras personas que no lo han tenido con anterioridad. No existen vacunas contra la mononucleosis.
Durante la infección activa, la carga viral puede aumentar; por lo tanto, deben tenerse en cuenta algunas precauciones de contacto, tales como cubrirse al toser, evitar besarse, higienizarse las manos y no compartir alimentos ni utensilios. Sin embargo, como la mayor parte de la población tiene el EBV, en la mayoría de los casos no es necesario tomar precauciones especiales para evitar el contagio.
Para detectar la infección, el médico puede pedir ciertos análisis de sangre, como el monotest, serologías para EBV o un estudio llamado frotis de sangre. «En general, no se los indica», afirma Tempelsman. Y detalla: «En el frotis de sangre, lo que se ve es un aumento de una población de los glóbulos blancos llamados linfocitos y un fenómeno muy típico de la mononucleosis que es la presencia de linfocitos reactivos, que dan la pauta de que el organismo está peleando contra el virus».
Otro de los fenómenos que se observan con las serologías es la presencia de una hepatitis. «En general, no da ningún síntoma. Y, si bien se la encuentra, no tiene ningún significado, ya que no implica que el hígado esté enfermo. Esta inflamación se va sola: cuando el cuadro viral se enfría, el hígado deja de estar inflamado», explica la especialista.
La mononucleosis se cura sin un tratamiento específico. Solo se indican antitérmicos para manejar la fiebre, y es importante mantener una hidratación adecuada. Aunque las erupciones son un síntoma excepcional de la enfermedad –apenas se ven en el 2% de los casos–, pueden ocurrir como consecuencia del uso de antibióticos. «Cuando hay placas en la garganta, se suele pensar que se deben a la presencia de alguna bacteria. Sin embargo, en los adolescentes, muchas veces las placas se deben a virus como el Epstein-Barr», remarca la infectóloga. Y advierte: «Si reciben antibióticos, es muy típico que la infección por este virus genere un brote». En los casos más intensos, cuando las amígdalas obstruyen la garganta y producen problemas para tragar y dificultad respiratoria, el médico puede indicar un tratamiento con corticoides.
Uno de los principales mitos asociados con la mononucleosis se relaciona con la indicación de reposo como parte del tratamiento. Sin embargo, según señala el doctor Daniel Stamboulian, «un estudio realizado en adolescentes por especialistas de Israel reveló que los pacientes que hacían reposo tardaban más en recuperarse que aquellos que trataban de mantener el ritmo normal de sus actividades».
Si bien no hay una recomendación estricta de reposo para acelerar la mejoría, Rocío Tempelsman, médica infectóloga de STAMBOULIAN, remarca que es importante que cada persona haga lo que su cuerpo le permite. «Sabiendo que puede haber mucho o un poco de cansancio y que, cuando se presenta, la fiebre produce decaimiento, en la medida en que el cuerpo se recupera, se pueden retomar las actividades de manera paulatina porque el cuadro se resuelve solo», agrega.
Cuando la mononucleosis provoca un aumento del tamaño del bazo, hasta que este órgano recupere su tamaño normal, el paciente debe evitar los juegos bruscos, los deportes extenuantes o de contacto, como fútbol, gimnasia, rugby, hockey, básquet, lucha libre y buceo, y las actividades asociadas con el aumento de la presión intraabdominal, como el levantamiento de pesas.
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