La pandemia global por coronavirus pareció en un principio afectar en forma leve a los niños, siendo asintomáticos u oligosintomáticos. En marzo de 2020 se reportó que alrededor del 1% del total de la población afectada eran niños. A medida que la pandemia progresó en Europa, otros hallazgos fueron descriptos y se evidenció que los niños no están exentos de sufrir cuadros graves. Numerosos reportes han sido publicados a partir de abril de 2020 cuando se produjo una primera alerta en el Reino Unido sobre la ocurrencia de casos más severos en pediatría como miocarditis y Síndrome Inflamatorio multisistémico post COVID-19 (SIM-C), además se reportaron complicaciones a largo plazo y muerte.
En el último tiempo, la propagación de la variante Delta resultó en un incremento del número de casos en niños y adolescentes, aumentando cinco veces las hospitalizaciones por COVID-19 en un período de 6 semanas, desde finales de junio hasta mediados de agosto en los Estados Unidos.
La vacuna BNT162b1 de Pfizer, basada en la tecnología del ARNm, fue estudiada en aproximadamente 4.600 niños de 5 a 11 años, de los cuales 3.100 recibieron la vacuna y 1.500, placebo. Se utilizó un esquema de dos dosis de 10 microgramos con un intervalo de 21 días y se observó que es un 91% efectiva para prevenir el COVID-19, de manera similar a lo que se observó en los ensayos de la vacuna para adultos. La seguridad de la vacuna también fue evaluada y no se han detectado efectos adversos secundarios graves en el estudio. Los efectos adversos más frecuentes fueron el dolor localizado en el sitio de punción y eritema, y a nivel sistémico, astenia, cefalea, mialgia, escalofríos, fiebre y náuseas, entre las primeras 24-48 hs.
La vacuna había sido aprobada para adolescentes de 12 a 15 años por la FDA en mayo pasado, lográndose en la actualidad ampliar el grupo etario. La distribución de vacunas pediátricas en Estados Unidos comenzó en la primer semana de noviembre, para avanzar en la inmunización de los niños a partir de los 5 años.
La inmunización con vacunas efectivas y seguras, junto con otras medidas preventivas, puede proteger a los niños del COVID-19, reducir el riesgo de enfermedad grave, hospitalizaciones y complicaciones a largo plazo, así como también reducir las interrupciones en el aprendizaje y en actividades recreativas. Vacunar a los niños más pequeños contra el COVID-19 ayudará a frenar la transmisión comunitaria y nos acercará a volver a la normalidad.