En 2013 el virólogo Lin-Fa Wang declaró: “Estoy casi seguro de que, durante los próximos 10 años, emergerá un nuevo virus mortal diseminado por murciélagos”. Acababa de confirmar, junto con otros científicos, que el patógeno causante del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) entre 2002 y 2003 provenía de los llamados “murciélagos de herradura”. En 2019, meses antes del primer caso de COVID-19 en China, Wang publicó una lista de los virus con más probabilidad de “saltar” de murciélagos a seres humanos y causar una pandemia: a la cabeza estaban los coronavirus.
“La pandemia de COVID-19 era predecible, pero no se la previno”, enfatizó un grupo de veinte expertos encabezado por Aaron S. Bernstein, de los EE. UU., en un artículo publicado en la revista Science en 2022. Como ellos, muchos especialistas están convencidos de que la clave para el futuro es evitar que los virus salten de animales a personas. En cambio, otros profesionales creen que no será posible anticiparse, por lo que deberemos estar mejor preparados para actuar cuando aparezcan los primeros casos de nuevas enfermedades en seres humanos.
Se calcula que existen 1,6 millones de virus que afectan a mamíferos o aves, y la mitad de ellos podrían infectarnos. Al menos siete de cada diez enfermedades infecciosas nuevas, emergentes o reemergentes se originan en animales. A lo largo de los últimos cien años, hubo más de seis diferentes epidemias o pandemias de gripe. En medio siglo, distintas especies de virus del Ébola pasaron unas veinticinco veces de animales a seres humanos. La pandemia de VIH/sida ya cumplió cuatro décadas, y en lo que va de este milenio, tres coronavirus han causado enfermedades graves y muertes.
“Muchas investigaciones muestran que el salto de virus de animales a seres humanos es la fuente principal de riesgo pandémico, y es muy probable que ese haya sido el origen de la COVID-19”, afirmaron Bernstein y equipo. En su artículo, mostraron que la frecuencia de tales epidemias o pandemias ha ido aumentando. Durante las últimas décadas, hubo menos años entre brotes y menos años sin brotes. Además, los brotes se han ido diseminando a más continentes por la globalización y por los viajes. En un siglo, en promedio, se han detectado en seres humanos dos nuevas especies de virus al año. Además de más frecuentes, las pandemias se han vuelto más costosas.
Por eso, quienes sostienen que podemos “escapar de la era de las pandemias” llaman a que nos enfoquemos en la prevención mucho más que en la reacción. Como el salto de virus puede ocurrir de forma directa cuando las personas manipulan murciélagos, primates u otras especies silvestres (o manipulan o comen su carne) o de modo indirecto cuando aparecen otros animales intermediarios, estas son las principales medidas que proponen los expertos para cortar las cadenas de transmisión:
Como ejemplo, en 2009, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) inició el proyecto PREDICT, en el marco de su Programa de Amenazas Pandémicas Emergentes. El objetivo fue fortalecer la capacidad mundial para detectar virus que podrían saltar de animales a seres humanos. Durante diez años de trabajo, detectaron 949 nuevos virus, entre ellos, las especies Bombali y Zaire del virus del Ébola, el virus de Marburgo y coronavirus relacionados con los que causan el SARS y el síndrome respiratorio de medio oriente (MERS). Además, detectaron 217 virus ya conocidos. Concluido el proyecto PREDICT en 2020, el Gobierno estadounidense puso en marcha la iniciativa STOP Spillover, enfocada en los virus del Ébola y de Nipah, y en los coronavirus en países de alto riesgo de Asia y África.
Es, muy probablemente, la principal causa de emergencia de patógenos y, sin duda, la principal amenaza a la biodiversidad. Cuando las personas deforestan para cultivar, extraer madera, construir rutas o trabajar en minas, entran en contacto con animales que son reservorios de virus. Se piensa que, en África, el rápido crecimiento poblacional y la deforestación propiciaron los brotes de ébola en 2014.
Alimentar hoy a ocho mil millones de personas –y a muchas más en el futuro– fuerza la conversión de bosques y de otras tierras en campos de cultivo o granjas. En Malasia, el virus de Nipah emergió en una granja de cerdos rodeada de árboles de mango y ubicada en el límite de bosques nativos. Esto generó las condiciones para que el virus saltara de murciélagos a cerdos y de estos al ser humano. Las granjas con gran densidad de animales también sirven de incubadoras de cepas pandémicas del virus de la gripe. Otro riesgo que se ha acrecentado durante las últimas dos décadas es la cría de animales silvestres. Al analizar los brotes de los últimos 30 años, se concluyó que intensificar la agricultura y la cría de animales favoreció también la reemergencia de “viejas” enfermedades, como carbunco, brucelosis y salmonelosis.
El salto de virus puede ocurrir en cualquier punto de esta cadena, desde las personas que cazan, capturan y venden hasta las que consumen los animales o los tienen como mascotas. Estas actividades amenazan la salud pública y también han puesto en riesgo de extinción a más de trescientas especies de mamíferos.
De acuerdo con los partidarios de las acciones de prevención de pandemias, estas cuestan la veinteava parte del valor de las vidas que se pierden cada año por enfermedades emergentes. A la vez, tienen importantes beneficios ambientales, como conservar vida silvestre y mitigar las consecuencias de los gases de efecto invernadero. Han calculado, además, que la inversión necesaria para evitar pandemias es cien veces menor que el impacto económico de tales crisis.
Sin embargo, Bernstein, Neil Vora y Nigel Sizer aclararon en una carta a la revista Nature en 2021 que “siempre se necesitarán medidas para contener brotes” porque no podrán evitarse por completo los saltos de virus de animales a personas, en especial, en los entornos más vulnerables y con menos recursos. Por lo tanto, propusieron priorizar las medidas preventivas a la par del desarrollo rápido de pruebas de diagnóstico, tratamientos y vacunas para contener brotes locales. Así, los resultados tendrán una mejor relación de costo y beneficio, y serán más equitativos.
Esta reflexión se basa en la lectura del artículo “On the hunt for the next deadly virus” (A la caza del próximo virus mortal), escrito por Fran Smith y publicado en 16 de junio de 2020 en National Geographic. Para ampliar y actualizar la lectura, consultamos las fuentes que siguen.
Bernstein AS, Ando AW, Loch-Temzelides T y cols. The costs and benefits of primary prevention of zoonotic pandemics. Sci Adv. 2022;8(5):eabl4183. Disponible en https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.abl4183.
Maxmen A. Has COVID taught us anything about pandemic preparedness?; 13 de agosto de 2021. Disponible en https://www.nature.com/articles/d41586-021-02217-y.
University of California (Davis Campus). One Health Institute. School of Veterinary Medicine. PREDICT. Diponible en https://ohi.vetmed.ucdavis.edu/programs-projects/predict-project.
UN News. Reduce risk to avert ‘era of pandemics’, experts warn in new report; 29 de octubre de 2020. Disponible en https://news.un.org/en/story/2020/10/1076392.
USAID. STOPSpillover. Disponible en https://stopspillover.org/about/overview.
Vora NM, Sizer N y Bernstein A. Preventing spillover as a key strategy against pandemics; 14 de septiembre de 2021. Disponible en https://www.nature.com/articles/d41586-021-02427-4.
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