Cada día, los médicos nos valemos de nuestro conocimiento y de las herramientas que nos brindan la medicina y otras ciencias de la salud para evaluar a nuestros pacientes y tratar de resolver los problemas que los aquejan. Encontramos en esta relación un beneficio recíproco, ya que estas situaciones nos permiten comprender mejor las enfermedades y cómo prevenirlas o manejarlas para intentar que no se repitan en la comunidad.
Hasta hace más de dos décadas, estábamos acostumbrados a brotes de hantavirus como el que ocurrió en el área de Four Corners (Nuevo México, Arizona, Colorado y Utah), en los EE. UU., en 1993. Esta enfermedad se presenta de forma similar a la gripe, pero seguida de una insuficiencia respiratoria que, en el 80 % de los casos, causa la muerte. El ser humano puede contraerla por inhalación de aerosoles contaminados por virus de excrementos de roedores. De esta manera, el hantavirus se diseminó y confirmó en 14 estados de ese país.
Sin embargo, en 1996, hubo un brote en El Bolsón (Río Negro) que nos enfrentó a un nuevo desafío, ya que por primera vez se confirmó la transmisión entre seres humanos. Y se identificó una nueva especie de hantavirus, llamada “virus de los Andes”. Así, las dos vías coexisten en el país, como nos recordó un caso posterior. Se trató de un turista de Nueva York que se alojó en Esquel durante su visita a la Argentina. Como todas las cabañas habituales estaban ocupadas, le asignaron otra que no se había usado recientemente. A los pocos días, ya en Punta del Este, tuvo un cuadro de hantavirus. Este desenlace nos enseñó lo importante que es lavar y ventilar los lugares cerrados, como sótanos, cabañas o depósitos, o que no han estado habitados antes de hacerlo, dado que el ratón colilargo puede estar en cualquier lugar del país. Esto es aún más necesario en las zonas que se consideran endémicas.
En la Argentina, de la mano de Carlos Gianantonio, el pediatra más trascendente de Latinoamérica, también hemos ido aprendiendo sobre el impacto del síndrome urémico hemolítico (SUH) y sobre cómo reducirlo. Durante la década del sesenta, él comenzó a ver niños menores de 5 años que tenían diarreas asociadas con una dificultad para orinar. Hoy sabemos que el SUH se caracteriza por la presencia de diarrea con sangre, seguida de insuficiencia renal y anemia, y que compromete el sistema nervioso central, el páncreas o el hígado. Además, que no solo afecta a los más pequeños, sino también a los adultos. En el país, se producen entre 400 y 500 casos nuevos por año; y se han acumulado más de siete mil casos desde 1965.
Durante las décadas siguientes, pudimos determinar, por un lado, que el ganado vacuno de nuestro país tiene un alto grado de colonización por la bacteria que causa el SUH; y, como la carne de vaca es un componente esencial de nuestra dieta, existe el riesgo de contraer la infección. En la mayoría de los casos, esto sucede en el entorno doméstico, debido a que no se cocinan bien las carnes o a que la manipulación de alimentos no es la adecuada (véase el recuadro). Pero, por otro lado, también comprobamos que incluso las verduras que compramos pueden estar contaminadas con el agente patógeno, por lo que es fundamental la higiene alimentaria, sobre todo, cuando hay menores de 5 años en casa.
También en nuestro país, tras regresar a la Argentina en 1971, René Favolaro comenzó a trabajar en el servicio especializado en cirugías cardiovasculares del Sanatorio Güemes. Lo sorprendió que entre el 5 % y el 10 % de los pacientes operados contraían infecciones, y lo atribuía a los sistemas de esterilización. Sin embargo, una vez que los estudiamos, determinamos que no era ese el problema. Así, nos contactamos con John McGowan, del Grady Memorial Hospital en Atlanta (EE. UU.), que tenía un programa muy bueno de control de infecciones en pacientes quirúrgicos a cargo de las enfermeras. Nos propusimos, entonces, replicar ese modelo y en 1979 establecimos el primer servicio de control de enfermedades infecciosas dentro de un hospital general del país. Esta innovación cambió para siempre la práctica en la Argentina y la región. Seleccionamos y capacitamos a las primeras tres enfermeras, y se logró disminuir las infecciones relacionadas con las cirugías.
Por último, hemos aprendido que, con las medidas adecuadas, es posible reducir del 25 % al 2 % las tasas de transmisión vertical del VIH, es decir, de una embarazada seropositiva al hijo por nacer. Desde 2001 hasta 2007, FUNCEI, la fundación que presido en Buenos Aires, instrumentó el Programa AMAPES (Ayuda Maltesa para Evitar la Transmisión de Sida) con la subvención de Los Caballeros Argentinos de la Soberana Orden Militar de Malta. Se formó una red con ocho hospitales públicos de Buenos Aires y del conurbano, donde, cada año, se asistía un total de 21.800 partos. De estos, cerca del 2 % correspondían a embarazadas con VIH.
Los equipos de AMAPES trabajaron para optimizar los recursos y la asistencia de estas pacientes que tenían la enfermedad avanzada o complicaciones que requerían evaluaciones diagnósticas y tratamientos especiales. Otro aporte importante fue que el programa proporcionó leche en los hospitales que no contaban con un programa oficial de suministro continuo de formula láctea para los hijos de madres infectadas. También incluyó actividades educativas para informar a las embarazadas sobre la prevención y el diagnóstico de la infección por VIH. De esta manera, se logró reducir la tasa de transmisión vertical al 2,6 % y se estableció una modalidad de trabajo para la atención de estos pacientes y partos especiales.
Lamentablemente, la tasa de transmisión vertical ha ido incrementando en el país y ha superado el 8 % en algunas regiones donde las embarazadas recién llegan al obstetra al momento de dar a luz o poco tiempo antes. No alcanzan, entonces, a realizarse al menos dos controles durante el embarazo. Y esto es fundamental porque, si se detecta el virus, el inicio rápido del tratamiento antirretroviral puede evitar la infección fetal. Las experiencias de Armenia, Bielorrusia, Cuba y Tailandia, cuatro países que eliminaron la transmisión vertical del VIH, deben alentarnos para continuar los esfuerzos.
El tratamiento oportuno y adecuado de la infección por VIH es también la clave para evitar la transmisión del virus por otras vías, como la sexual. Si bien San Francisco (EE. UU.) fue, al principio, el centro de la epidemia del VIH/sida, hoy es una ciudad que ha dado enormes pasos para erradicarlo. Entre las diferentes medidas, apuntó a incrementar los tests para identificar a las personas infectadas y facilitarles el tratamiento necesario para reducir la carga viral y, en consecuencia, la transmisión. Con más de veinte mil pruebas realizadas en nuestro centro Helios, seguimos trabajando para replicar el modelo “sida cero” en distintos puntos del país, donde aún miles de personas viven con el VIH y no lo saben. La tarea no es sencilla y nos involucra a todos.
Hantavirus
Infecciones transmitidas por alimentos
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