La vacunación es una de las estrategias fundamentales para proteger a la comunidad, ya que, a nivel global, salva la vida a tres millones de personas al año, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. En la Argentina, hay un gran conocimiento sobre su importancia para los niños; sin embargo, al llegar la adolescencia, las coberturas bajan. Así, es indispensable tomar conciencia de que las vacunas son clave en todas las edades. “Siempre es mejor vacunarse que padecer la infección», recalca el doctor Daniel Stamboulian.
Por un lado, todas las mujeres deben recibir cada diez años la doble adultos, contra el tétanos y la difteria. Esta vacuna es muy efectiva, pero es esencial cumplir con estos refuerzos porque la inmunidad disminuye con el tiempo. Además, quienes no se vacunaron contra la hepatitis B o no completaron el esquema de tres dosis pueden hacerlo de modo gratuito, ya que la vacuna se incorporó al Calendario Nacional en 2014. ¿Por qué aplicársela? Según el Ministerio de Salud de la Nación, en el país esta enfermedad es la primera causa de hepatitis fulminante en adultos. Y en el 10% de los casos, puede evolucionar a hepatitis crónica o producir cirrosis o cáncer de hígado. Por otro lado, como ciertos grupos de mujeres tienen indicaciones especiales, Stamboulian aclara: «Es necesario conocer las recomendaciones para cada edad y situación”.
Los especialistas enfatizan el valor de la vacunación para quienes están en edad fértil. “Por muchas razones, es importante planificar con tiempo un embarazo, también para prevenir infecciones en la madre, el hijo por nacer y el recién nacido. Deben recibir la triple viral las mujeres que no tuvieron sarampión, rubéola o varicela. Esto puede determinarse con un simple análisis de sangre. De ese modo, podrán prevenir estas infecciones, en especial, la rubéola, que puede provocar aborto espontáneo o problemas serios al feto o al recién nacido, tales como sordera, daño cerebral o rubéola congénita”, explica Stamboulian. Y subraya: “Hay que recordar que quien reciba esta inmunización debe esperar al menos un mes para embarazarse”.
El Calendario Nacional incluye dos vacunas para las embarazadas: la antigripal, que puede aplicarse en cualquier momento de la gestación, y la triple bacteriana acelular (dTpa), que se indica luego de la semana 20. Esta última protege contra la difteria, previene el tétanos neonatal y es el único modo de transferir defensas al feto y lograr que los recién nacidos estén protegidos contra la tos convulsa, una enfermedad que puede ser mortal en lactantes de menos de seis meses cuyas mamás no se vacunaron. También se aconseja la antigripal a las madres de niños menores de seis meses que no la recibieron durante la gestación.
Hebe Vázquez, médica infectóloga de STAMBOULIAN, recuerda que las embarazadas que no se vacunaron contra la hepatitis B deben hacerlo porque los recién nacidos de madres infectadas tienen mayor riesgo que los adultos de evolucionar a formas crónicas, cirrosis y cáncer. Si el análisis de sangre de la futura madre es positivo, entonces, se deberá aplicar la primera dosis al recién nacido durante las primeras 12 horas de vida y colocarle inmunoglobulina antihepatitis B antes de que se cumplan siete días del parto.
Distintos avances científicos y sociales posibilitan el constante crecimiento de la expectativa de vida. Pero, además de vivir muchos años, es importante poder disfrutarlos con salud y energía. Una de las herramientas para evitar internaciones y complicaciones es tener al día la vacunación, que incluye, como se dijo, el refuerzo cada diez años de la doble adultos y las tres dosis contra la hepatitis B.
Como al envejecer disminuyen las funciones del sistema inmunológico (inmunosenescencia), el cuerpo tiene menos capacidad para defenderse de las infecciones, por lo que estas pueden ser más frecuentes, más graves y, en muchos casos, requerir la hospitalización. A esto se suma que los adultos mayores suelen tener más enfermedades crónicas, y estas pueden agravarse y reducir sus defensas. Aún más riesgo tienen aquellas personas que deben permanecer internadas por largos periodos o que residen en geriátricos.
Con la edad, es más común que la gripe provoque deshidratación y complicaciones cardíacas y pulmonares, como neumonía, que pueden ocasionar la muerte. La neumonía y la meningitis son muy peligrosas en esta población, y su causa más común es la bacteria Streptococcus pneumoniae. Para protegerse, hay dos vacunas antineumocócicas seguras y eficaces: la 13-valente y la 23-valente. Luego de los 50 años, se puede recibir la conjugada contra 13 serotipos de neumococo. Para quienes tienen más de 65, el Calendario Nacional incluye una dosis de por vida de la antineumocócica polisacárida 23-valente y la antigripal anual, que son gratuitas en el sector público, pero pueden recibirse con un costo y orden médica en el sector privado.
Además, se sabe que más del 90% de la población tuvo varicela, y ese virus, que permanece latente en el cuerpo, puede volver a activarse y producir herpes zóster (culebrilla). La inmunización que previene esta enfermedad y el dolor asociado está disponible desde 2014 en vacunatorios y centros de salud privados, así como en farmacias de la Argentina. La ANMAT aprobó su uso en mayores de 50 años. “Esta vacuna es necesaria porque evita esta infección que es dolorosa, invalidante y que puede tener un impacto negativo en la calidad de vida de quienes la padecen. El dolor es la complicación más debilitante y difícil de combatir: puede durar semanas, meses o incluso años”, observa Stamboulian, mientras que Vázquez precisa que, si bien esta complicación puede ocurrir a cualquier edad, es más frecuente en personas mayores de 60 años, con una prevalencia superior al 40%.
Quienes presentan patologías crónicas –cardíacas, pulmonares, renales, hepáticas y metabólicas, como diabetes– o son fumadoras o alcohólicas tienen mayor riesgo de complicaciones serias. Por eso, es indispensable que reciban la vacuna antigripal todos los años, una dosis de la antineumocócica 23-valente entre los 18 y los 64 años, y otra dosis luego de los 65. También él médico puede evaluar la necesidad de indicarle a este grupo un esquema combinado con la 13-valente.
Hay consejos especiales para aquellas mujeres que tienen condiciones que reducen sus defensas: inmunodeficiencias congénitas o adquiridas, infección por VIH, insuficiencia renal crónica, síndrome nefrótico, leucemia, linfoma y enfermedad de Hodgkin, cáncer, inmunodepresión farmacológica (como uso prologado de corticoides), trasplante de órgano sólido, mieloma múltiple, asplenia funcional o anatómica, anemia de células falciformes, implante coclear y fístula de LCR. Los especialistas evaluarán cada caso particular; pero, en términos generales, se les recomienda la antigripal anual, la triple bacteriana acelular, la antihepatitis B, la que protege contra el VPH y las antineumocócicas en esquema combinado: una dosis de la 13-valente seguida de una dosis de la 23-valente con un intervalo mayor de 8 semanas; una dosis de refuerzo de la 23-valente a los cinco años, y otra dosis luego de los 65.
Tan importante como averiguar acerca del destino por visitar es consultar con un especialista en Medicina del Viajero, o con un infectólogo, con suficiente antelación (un mes antes de partir). El profesional brindará asesoramiento adecuado y también revisará las vacunas que pueden requerirse según el lugar, las actividades programadas, las características personales y de la travesía. Algunas inmunizaciones que pueden indicarse antes de un viaje son las que protegen contra la fiebre amarilla; la hepatitis A –sola o combinada con la antihepatitis B–; la gripe; el sarampión, la rubéola y las paperas, o la rabia.
Así como la vacuna contra la hepatitis B protege contra esta infección y contra sus complicaciones, entre ellas, el cáncer de hígado, la inmunización contra el virus del papiloma humano (VPH o HPV, por sus siglas en inglés), previene ciertos cánceres genitales.
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